Haceme callar de una vez +18 [Priv. Auriana]

Había pasado su tiempo aclarando sus ideas; a veces ni toda una vida es suficiente para hacerlo, pero Auriana creía que con tan solo un día tenía la situación controlada… O bueno, la gran mayoría. El día anterior había sido uno de esos días extrañísimos, en el que había llorado por y besado a alguien, todo en un lapso de horas, lo cual era un poco particular. Ni hablemos de los sentimientos que de a poco parecían despertar en ella, pues ni ella misma los entendía del todo. ¿Cuándo había sido la última vez que se había sentido así? No podía responder. En realidad, en su vida incluso sus amores habían sido pasajeros.

No tenía dudas: Ametheist le gustaba. Sin embargo, a lo largo de su vida le había gustado un bonito puñado de personas, y con cada una de ellas la situación había finalizado más o menos desafortunadamente. Teniendo en cuenta eso, la perspectiva era un poco atemorizante pero, ¿acaso iba a descubrir algo nuevo si no se atrevía a nada? Por supuesto que no.

Era de noche y ella vagaba por la Academia, o más bien se dirigía a la única habitación que a esas horas podía serle de interés, a excepción de las de otras alumnas o profesoras. En el bolsillo de su pantalón llevaba el reproductor de Ametheist: lo llevaba a todos lados, incluso a sus propias clases, a la espera de encontrársela por los pasillos o donde fuera, brevemente, y poder entregárselo. Y poder verla, aún más importante. Pero eso de momento no había sucedido, y en el fondo empezaba a desanimarse un poco. La habitación estaba mal iluminada aunque iluminada al fin, gracias a los rayos que reflejaba la Luna. Pensó que la habitación estaba desierta, como solía estarlo a esas horas, pero sintió una presión en el pecho cuando escuchó un murmullo de una voz muy conocida.

-No eres tonta, y no estás sola. ¡Ame~! –le dijo acercándose al sillón en donde esta estaba. Sin miramientos se sentó sobre ella, casi tan feliz de encontrarla como un perro de ver a su amo. Le rodeó el cuello con los brazos, olvidándose de sus inseguridades de antes, y la besó en la mejilla. Luego apartó su rostro levemente, aunque no deshizo el abrazo. –Tengo tu reproductor aquí mismo, en mi bolsillo trasero. Tu buzo… bueno, no es como si pudiera andar con él por todos lados y bueno, lo llevaría puesto pero me queda un poco ajustado –y sonrió, en el fondo no deseaba devolvérselo jamás, ¡eran tan de Ame! Le recordaba tanto a ella, olía tanto a ella… imposible. Intentó mirarla con algo más de seriedad entonces, pero era una expresión poco creíble en una situación como aquella. - ¿Has pensado las cosas?

-¡Oh, Ame me está abrazando! –dijo con una risa, sin otra intención que divertirse con las reacciones de la chica. Estaba muy feliz de encontrársela, a ella, en aquella habitación y con esa expresión en su rostro, como si su presencia le fastidiara un poco. Por supuesto, no era así y ella lo presentía. Se sintió de maravilla cuando las manos de su compañera pasaron lentamente por su espalda, haciendo el abrazo más estrecho. Era tan agradable, tan reconfortante… Y podía sentir su cuerpo aún más junto al suyo.

De pronto fue ella la que se ruborizó. La había atrapado, sí, se había probado su buzo… o lo había intentando, hasta que se convenció de que no sería buena idea– Pues sí, creo que soy un poco pervertida –le dijo con una sonrisa, finalmente. Luego escuchó su pregunta e iba a responderle, pero su intentó se vio frustrado cuando sintió que Ametheist enterraba su rostro contra su cuello, rozándolo con sus labios y el mismo evento vergonzoso del otro día se repitió: Auriana soltó un gemido, leve pero gemido al fin. Intentó reponerse, aunque en el fondo se sentía algo apenada.

-Yo sí que he pensado. Ame… no sólo me gustas. Hay algo más. Quiero cuidarte, y mimarte, y también hacerte sonreír –le susurró cerca de su oído, inclinándose. Luego, no pudo evitar la tentación y aprovechando la cercanía acercó sus labios a su cuello, para depositar allí un beso. Sus labios se mantuvieron allí por unos segundos, disfrutando del tacto de algo tan suave y ella misma aspirando su esencia, pero finalmente se separó, aunque con una sonrisa algo… ¿pícara? -. Ahora ves lo que se siente, que te rocen una zona tan sensible –le dijo con su sonrisa, para luego acercar su rostro al de Ame, a escasos centímetros, quizás milímetros, pero sin tocarlo-. ¿Sabes? Yo te he besado, pero en realidad tú a mí no, no me has respondido. ¿No te gustaría intentarlo? –y se mantuvo allí, tan cerca, y quietecita, esperando. Si no conseguía su beso, al menos podría ver aquel rostro tan bonito hacer cosas graciosas.

Auriana no podía estar segura de si acaso su piel estaba demasiado caliente o acaso la de Ametheist demasiado fría; conociendo su secreto, lo más probable es que se tratara de ambas cosas. Pero fuera cual fuera el motivo, la conclusión seguía siendo la misma: el tacto de la piel de una contra la de la otra era estremecedor, pero también de un efecto de alguna forma adictivo y sedante. Ella podía sentir cómo su cuerpo, sobre el de la joven, se relajaba más y más, se amoldaba a la compañía del otro. Cuando sintió las manos de Ame sobre su cintura, rió: pensó que a lo mejor esas manos sólo habían sido echas para posarse allí. Ella, por lo pronto, se regodeaba de sentir a aquel cuerpo tan cambiante que de a ratos parecía relajarse con su presencia y de pronto, ¡nervios! Sin embargo podía notar cierto avance; la estaba arrastrando, lo quisiera o no, a un estado más cómodo para ambas.

Por un momento creyó que no iba a besarla. No la habría culpado de nada, al fin y al cabo Ametheist era más inocente de lo que ella siquiera podría haber soñado ser. Decepcionada, bueno, quizás sí habría llegado a sentirse un poco. Pero descartó todos esos pensamientos cuando de pronto los sintió, sus labios sobre los suyos. Su primer impulso fue cerrar sus ojos para apreciarlo mejor: era un beso simple, casi casto, pero como cualquier beso era cálido y placentero, y a eso se le sumaba la presión que ejercía el abrazo de Ame, lo cual convertía todo en una situación aún mejor. Movió sus propios labios intentando aprisionar a los ajenos, pero decidió controlarse de momento. Luego alejó su rostro, aunque dejó una de sus manos acariciando su mejilla derecha.

-Eso ha sido precioso. Ahora, verás, si inclinas tu rostro hacia la derecha a la vez que yo lo hago, conseguirás una posición más cómoda –le dijo con una sonrisa. Deslizó su mano levemente, ejerciendo una suave presión para que inclinara el rostro, y tras inclinarse su rostro ella misma, volvió a acercarse, para besar sus labios con mayor insistencia, incluso llegando a entreabrir los suyos y rozarlos con su lengua suavemente. Luego se alejó de ellos para su mejilla aunque con besos breves y rápidos, cariñosos, una especie de mimo. Tras unos segundos volvió a separarse, nuevamente, pero con otra de sus sonrisas en los labios-. ¿Me dejarás jugar contigo esta noche? Verás, quiero hacerte… cosas –y acarició su mejilla con las yemas de sus dedos.

-¿Qué tipo de cosas? Mmh… Eso ya lo descubrirás –le respondió a la vez que reía con suavidad-. Aunque no querría disgustarte, Ame –y se quedó en silencio, acariciando su mejilla con gesto preocupado. En verdad, no quería ir demasiado lejos sin estar segura de que aquello era algo que no solo ella deseaba. Aunque, ¿qué motivos tenía para pensar que no era así? Ametheist era introvertida por naturaleza, y además ella misma era la primera persona que la abrazaba y besaba de esa forma; era natural que se comportara así, y en lo posible debería intentar no exigirle demasiado. Aunque era complicado lidiar con sus propios deseos.

Sin embargo, también se sentía algo confundida y le fue imposible responderle a Ametheist cuando sintió sus manos frías contra la piel de su espalda. Se había arqueado levemente sobre ella, esperando que no lo notara, pero no podía asegurar nada. Aun así, extrañó a aquella mano que se retiró para acomodar el cabello de su dueña.

-Lo se. Siempre que estás nerviosa te tocas el cabello –comentó; no en vano era una persona observadora. Luego se quedó en silencio, pensando en un modo de explicarle ciertas cosas, pero no estaba segura, ni siquiera de si había algo que explicar. Para ella era algo tan natural… Se removió en su lugar para hacer tiempo y de paso adoptar una posición más cómoda, si es que acaso existía. Al final, lo único que varió fue la posición de sus manos, que habían descendido hasta la cintura de su compañera, sólo para inmiscuirse bajo su ropa y rozar su estómago…y yendo un poco más hacia arriba, su vendaje. Auriana emitió un sonido de queja, pero a la vez estaba algo divertida con la situación-. Necesito que me expreses alguna de tus dudas en concreto –dijo mirándola a la cara, a pesar de la escasa iluminación. Deslizó sus manos hacia arriba y poco a poco acarició el vendaje, aunque llegando a rozar simplemente la base de sus pechos, como límite. Rió-. Eres consiente de que te lo quitaré, ¿no?

Cerró los ojos y ladeó su rostro cuando sintió aquella caricia sobre su mejilla. El tacto era tan suave que le producía cosquillas, y tuvo que ahogar una risita tonta. Pero tuvo que abrir sus ojos, pues no debía perderse la expresión de su cara cuando de pronto estuviera siendo tan demostrativa con ella, tan amable.

-Porque quiero verte, Ame. Enteramente –le dijo con un tono de voz pausado, adormilado, como si regresara de un ensueño-. Por supuesto, puedes ser tú misma quien te las quite si eso prefieres. Pero yo te he advertido –y rió, a la vez que volvía a acariciar su vientre. Una sensación la detuvo. Sus manos quedaron estáticas y sus ojos algo sorprendidos, a la vez que sentía cómo era besada y ella misma correspondía a aquel beso, acercándose un poco más al otro cuerpo. Estaba maravillada de que Ametheist hubiera tomado esa pequeña iniciativa y no pudo evitar reír sonoramente ante su sonrisa ladina; parecía orgullosa y tenía grandes motivos para estarlo.

-Estaré encantada de que así sea –le dijo a la vez que arqueaba levemente su espalda, enderezándose sin desearlo. Esas caricias eran tortuosas. De reojo observó a la habitación en penumbra, pensando que sí, era muy improbable el que alguien más apareciera en la habitación. Le sonrió entonces a Ame y dejó que sus manos la abandonaran temporalmente. Las dirigió hacia su propia remera y sin más se la quitó, con bastante facilidad, para acabar echa una bola en el suelo. A diferencia del caso de Ame, sus pechos estaban cubiertos por algo más común, un sostén. Con sus brazos, siempre manteniendo su sonrisa, rodeó la cintura de Ametheist, y si bien se podría haber dicho que eso era un abrazo, sus dedos rozaban amenazadoramente su ropa, tentados de quitársela-. ¿Puedo ayudarte, Ame? Querría que estuviéramos en pie de igualdad –dijo, un poco en broma y otro poco en serio. Ladeó entonces su rostro y se inclinó, rozando su mejilla con la de Ametheist, para luego besarla allí. Pero a la vez que ejecutaba una acción tan cariñosa como esa, también adoptaba conductas más bien infantiles y tironeaba la ropa de Ametheist, a la vez que apretaba su cuerpo -y en especial su pecho- al propio cuerpo de su compañera. Una combinación rara, en definitiva, pero en el fondo tan sólo buscaba distraerla y hacerla sentir mejor, y si tenía que recurrir a payasadas o picardías para conseguirlo... que así fuera.

Spoiler:

Rió al escucharla, pues la culpaba de tramposa pero sin embargo accedía a quitarse su ropa. Observó con ojos curiosos su abdomen hasta que los brazos de Ametheist la atrajeron, abrazándola. Con aire divertido comenzó a pensar que quizás estaba desarrollando un complejo por los físicos visiblemente ejercitados.

-Sí que lo hace… -susurró a la vez que se concentraba en la sensación estremecedora del contacto de más piel de ambos cuerpos, de temperaturas tan opuestas. Un estremecimiento adicional, cálido, subió por su cuello cuando sintió que la besaba en la frente: era el efecto del afecto, del cariño que sentía que Ame le profesaba. Se abrazó a ella con sus brazos rodeando nuevamente su cintura y cerrando los ojos con una sonrisa. Si había algo a lo que no estaba acostumbrada, ni siquiera en esos ámbitos, y a lo que adoraba, eso sólo podía ser ese tipo de muestras de cariño. El estómago se le encogió involuntariamente cuando sintió sus dedos, mas pronto se acostumbró al tacto. Entrecerró sus ojos luego, cuando sintió la repentina caricia, y también entreabrió sus labios. En el fondo estaba tan feliz, sentía que había derretido una fría barrera entre ella y Ame, y que era querida. Era imposible no sentirse especial.

Abrió sus ojos cuando escuchó su pregunta, con ese tono de voz serio. En verdad se trataba de una cuestión importante para ella y eso la alegraba. Sin embargo le correspondió con una mirada seria, que le pareció apropiada. Analizó su semblante, buscando en ella los sentimientos que ella misma experimentaba. De pronto estuvo satisfecha, y sus manos subieron con suavidad por los costados de su… enamorada.

-Si, lo estamos –le confirmó con expresión seria, mirándola a los ojos, para luego dejar descender su mirada hasta sus pechos y en concreto, hacia el vendaje. Sus manos se movieron suaves y lentas, pero poco a poco se fue deshaciendo del vendaje-. Es una pena que no pueda quedármelo –le dijo con una media sonrisa, a la vez que continuaba. Y de pronto acabó, y dejó que las vendas cayeran al suelo. Ante ella tenía un espectáculo… sorprendente. A pesar de la escasa iluminación, su cicatriz allí era evidente e impresionante. Auriana sintió pena, no por la cicatriz en sí sino por lo que ella debía significar para Ametheist. Alzó sus ojos hacia el rostro de Ame-. Mi pobresita… -murmuró a la vez que volvía a mirar allí. Se inclinó sobre su pecho entonces, y besó la cicatriz, pausadamente. Una vez que acabó, recién entonces se fijó en sus pechos. Sin las vendas oprimiéndolos no eran exactamente inexistentes, como solían lucir, pero tampoco eran abundantes. Más bien pequeños, agradables a la vista y probablemente al tacto. Atrapó cada uno con una de sus manos, y los acarició, con aire cándido pero en cierta forma pensativo. De pronto, aun tocándolos, acariciando sus puntas, se inclinó sobre el cuello de la joven, para besarlo. Lo escaló con sus labios, hasta llegar a su oído, en donde pudo susurrarle.

-Ametheist… -pero quería decirle tantas cosas y aun así sólo logró susurrarle su nombre, con su aliento cálido. Quería decirle que la admiraba, que lamentaba lo que le había ocurrido, cuán bonita le parecía, cómo se sentía entonces, cómo deseaba que ella también descubriera su cuerpo. Cuánto la quería. Pero nada salió, salvo eso.

-¿Lo soy? –alacanzó a murmurar antes de que sintiera aquellos labios sobre los suyos. Entreabrió sus labios al notar cómo los lamía, suavemente, pero de un modo algo curioso. Ame era tímida pero había logrado no reprimirse absolutamente del todo, y Auriana pensó que eso era algo que debería aprovechar. Ejecutó un movimiento leve y de pronto Ametheist ya no podía lamer sus labios, sino que de hecho la lengua de la rubia rozaba la suya, con suavidad pero también con insistencia, resuelta a mantener ese contacto por algunos segundos. Pero de pronto le pareció que necesitaba detenerlo, y así lo hizo.

-No quiero mentir. No eres la primera que hace que mi cuerpo se… derrita –dijo y desvió la mirada por un momento-. Pero sí eres la primera que me inspira tanto cariño y que me lo retribuye. Eso te convierte en una persona muy especial para mí, Ame. En cierta forma eres la única que ha logrado algo único –y si bien hasta entonces había mantenido sus manos sobre sus pechos, las retiró y de pronto hasta se levantó del asiento y de Ame, pues sobre ella había estado sentada. La observó estando ella de pie y en cierta forma le pareció pequeña y adorable, y de pronto sonrió, llevándose una mano hacia la mejilla y acariciándola. Y se dio la vuelta.

De espaldas a Ametheist se quitó su sujetador con suavidad, conciente de que debía de estar siendo muy observada. Tras unos segundos de pensarlo, se inclinó para quitarse su calzado. Bajó su mirada, entonces. ¿Y con sus pantalones, qué hacía? ¿Se los quitaba? Su sentido lógico le dijo que no, que quizás no era una buena idea en un lugar como ese, pero… ¿Qué más importaba? Encontrar a dos muchachas, ya fuera parcial o totalmente desnudas, no conllevaba diferencia alguna; si se trataba de meter o no la pata, ya la había metido y no habría vuelta atrás. Además… ¿En verdad le apetecía quitarse simplemente ella su ropa? No, y rió. Se dio la vuelta entonces, pero no le dio a la chica demasiado tiempo para que la observara pues de pronto se arrodilló para quitarle su calzado. Luego se puso en pie, frente a ella, pegando sus piernas al borde del sillón, pero continuado de pie, y llevó sus manos hacia las caderas de la chica, acariciando la tela de lo que le quedaba de ropa. -¿Puedo…? –le preguntó con una sonrisa insinuante, hasta que de pronto una idea curiosa le pasó por la mente. Desvió una de sus manos, que dejó su cadera para situarse en la entrepierna de la muchacha, sin ejercer presión, pero de pronto prodigándole una caricia que había de sentirse suave bajo la ropa. Se mordió su labio inferior, y cerró sus ojos por unos segundos. Se sorprendió de escucharse a sí misma hablar, pero sí, era ella. –Necesito que me toques… -le había dicho con aún con sus ojos cerrados, a la vez que con su mano libre buscaba a tientas una de la chica para llevarla a uno de sus pechos, desnudos. Tras dejar la mano allí la suya descendió, de pronto, comenzando a desabrochar su propio pantalón. No quería hacerlo, pero de pronto su corazón se había puesto a latir con algo más de prisa, y eso... la empujaba.