Vendas con sabor a dulce [Priv. Auriana]

Habían ido juntas a la enfermería; se sentía bastante preocupada por la mano de la chica, pero también estaba orgullosa de que aún con el dolor –porque eso debía doler, seguro– podía poner una suerte de orden; a lo que iba es que no se trataba de una chica que lloriqueaba el que se había lastimado, sino que caminaba resuelta a la enfermería. Y en su compañía.

–Si, es aquí –le confirmó con una pequeña sonrisa, a la vez que ella le sonreía. Esperó con tranquilidad el que abrieran la puerta, una vez vieran a la enfermera ya todo estaría arreglado… Pero Ametheist golpeó y ambas esperaron y no salió nadie de la enfermería. ¿Justo ese día tenía que pasar eso? Le pareció gracioso el que la chica se asomara a la enfermería, como quien anda por su casa se dijo, pero cuando le confirmó que allí no había nadie, dejó de ser gracioso.

–¿Hablas en serio? –dijo ceñuda a la vez que entraba. ¿Cómo era posible que…? No se detuvo a apreciar el aspecto del lugar, sino que se situó de inmediato al lado de Ame, observando las cosas que encontraba. ¿Eh? ¿Medicina, ella? –No se de medicina, Ame… -admitió, pero luego dijo resuelta-. De todas formas, ¿qué tan difícil puede ser? Ven, siéntate en una de las camas –le animó empujándola suavemente en dirección a las camas. Observó atentamente los materiales que su amiga había encontrado. Bueno, no será tan difícil, se dijo.

–No es para tanto, Ame. Primero desinfectaré la herida –le dijo resuelta, acercándose con la botella de desinfectante y algo de algodón. Luego hizo una mueca-. Esto, Ame… Te va a arder aun más que ahora mismo, pero es por tu bien. No querrás tener una mano inútil.

Sonrió un poco apenada, aunque también aliviada de que estuviera tan resuelta a dejarse curar por sus manos. Ella también miró la herida con seriedad. No era una herida particularmente grave ni profunda, simplemente sería un poco complicado el vendarla por su ubicación, pero de todas formas aún le faltaba el paso previo, que consistía en la desinfección.

–Haré lo mejor que pueda –le aseguró a la vez que mojaba algo del algodón con el líquido desinfectante. Sus palabras la distrajeron un poco de su quehacer y se tomó su tiempo para pensar en una respuesta adecuada. Vaya, quería ponerle un apodo… Quizás lo decía sólo porque se hallaba nerviosa pero el sólo echo de preguntar aquello en lugar de simplemente callar, significaba todo un gran avance–. Yo no tengo sobrenombre, Ame. Pero me gustaría mucho que me llamaras Auri, se oiría muy divertido –le dijo acompañando sus palabras con una risa sonora. Sí, quería que Ame la llamara Auri. ¡Sonaría tan adorable saliendo de su boca! Y si se ruborizaba aún mejor, pues le entrarían más ganas de mordisquear su mejilla y… ¿Qué clase de subnormal era? De nuevo con ese fetiche…

–Extiéndeme tu mano, Ame –le dijo a la vez que aplicaba el algodón húmedo con cuidado, suavemente sobre los bordes rojizos de la herida. Buscó palabras que decir, cuanto más distrajera a la chica menor sería el dolor que ésta sentiría–. No te lo pregunté, pero, ¿te importa que te llame Ame a secas? Es agradable –le preguntó a la vez que continuaba aplicando–. ¿Duele?

Asintió con rapidez a su agradecimiento, no era nada y quería concentrarse en aquella herida al completo. No fue sencillo de hacer, pues al primer contacto su compañera se sacudió, probablemente a causa del ardor. Ella continuó recorriendo su herida pero con bastante pesar, pues no le agradaba para nada infligir daño. Era fuerte, sin duda, porque después de ese primer temblor no volvió a moverse de esa forma, pero también era mentirosa y una no muy buena por cierto.

Dejó de mirar por un momento la herida cuando escuchó sus palabras: así que Ame era un nombre de uso extremadamente familiar… Bueno, pensó, pero ni siquiera su madre la llamaba “Auri”, por tanto, ¿no estarían en igualdad de condiciones?

–Comprendo lo que dices… Pero te informo de que desgraciadamente entonces tendrás que acostumbrarte a un trato familiar conmigo, querida Ame. Yo también te he confiado un apodo muy personal, y ese es mi precio –le dijo volviendo a bajar su mirada, sonriéndole a la mano herida más bien. Continuó unos segundos más allí, estaba terminando, y de pronto escuchó ese sonido, tan similar a un… ¿Gemido? Si bien apartó el algodón de la zona, no ocurrió lo mismo con el desinfectante: directamente se le cayó de las manos, derramándose en el suelo. Pero es que Auriana estaba muy ocupada de pronto, riendo a carcajada limpia de aquella cara apenada y del sonido, que había sonado, había sonado… Intentó taparse la boca para esconder sus sonrisas.

-No lo puedo creer, sonó tan sugerente –dijo entre risas, agitando su mano para intentar calmarse–. Pero lamento esto, ha de ser difícil para ti –admitió un poco apenada, pues era evidente que la chica no había emitido ese sonido exactamente por placer, a la vez que se arrodillaba para tomar la botella ya casi vacía.

–Qué desastre… -dijo a la vez que se ponía en pie, con la botella de nuevo en mano pero observando todo aquel charco que ahora la rodeaba. Tendría que fregar los pisos o cuando menos encontrar algo que absorbiera el líquido… pero eso luego–. Necesitaré… Necesitaré un minuto –le dijo a la vez que se acercaba al cesto de basura y arrojaba el algodón usado. En cuanto a la botella… la tapó, tenía algo de contenido y probablemente podrían seguir usándola, pero había sido un desperdicio. Tomó entonces las vendas, pero sin mucha convicción y se acercó a Ametheist-. En esto sí tendrás que ayudarme, con indicaciones o algo…

Se quedó en silencio por un momento, quieta y observando cómo Ametheist se quitaba el buzo, y descubriendo algo de lo que se había ocultado hasta entonces debajo de él.

-¿Tienes calor? –preguntó un poco tontamente, a la vez que observaba aquella musculosa tan holgada en la chica. Alcanzó a ver el asomo de un vendaje por entre los pliegues de la prenda y se sorprendió un poco, aunque luego de un momento admitió que en realidad no era algo tan extraño, y menos en alguien como Ametheist. Le costó un poco desviar la mirada de aquel pecho tan forzadamente llano, pero finalmente se concentró en la mano y en la herida, con un leve rubor en el rostro.

-Ajá, ajá –dijo con algo de prisa pero muy pendiente de pronto de sus manos. Intentó prestar atención a cada paso de aquel proceso que la chica ejecutaba de forma admirable por cierto, pero de alguna forma su atención estaba ahora un poco dispersa. Así mismo intentó prestar tanta atención como le fue posible, por si acaso algún día debía volver a intentar vendar a alguien. Quizás a Ame, de nuevo.

-Admirable –sentenció por fin, mirándole a la cara con una sonrisa leve. Luego miró a su alrededor, divertida, mas de pronto tocó con una de sus manos el hombro de la chica, en un gesto que buscaba detenerla-. Tú no vas a limpiar Ame, no con una mano. Yo me encargaré –le dijo decidida, pero cuando retiró su mano y miró a su alrededor notó que en realidad no estaba muy segura de qué hacer, ni de con qué. Un trapeador, un trapeador, o al menos un trozo de tela para que absorbiera todo aquel desastre… -O bueno, podríamos escapar de aquí antes de que la enfermera regrese –dijo con una sonrisa, aunque sabía que sólo era una broma: no creía que Ametheist consintiera tal cosa. Hurgó en el armario metálico y encontró un trapeador: algo era algo y se acercó de nuevo hacia el charco, que lógicamente estaba junto a la cama en donde la chica estaba sentada–. Ame, disculpa mi impertinencia pero me da algo de curiosidad –dijo mientras se agachaba para poder centrarse en su tarea, mas desde arriba era perceptible que en su rostro había aparecido una nueva sonrisa-. Verás… ¿porqué te vendas el pecho? No es que me desagrade, por el contrario. Pero es curioso, al menos para mí.

Qué remedio, la iba a ayudar de igual modo… Genial, a decir verdad. Si se sentía apta para hacerlo, ¿porqué no? No la siguió con la mirada por donde fuera sino que intentó concentrarse un poco más en el desastre que había ocasionado, pero le fue imposible el evitar alzar la mirada cuando sintió que el silencio que a veces era apacible se había convertido en uno más bien… extraño. Aceptó su primera explicación como un argumento bastante lógico, algunos cuerpos eran muy delicados con sus alergias y ese tipo de cosas, pero no pudo evitar fruncir el ceño cuando la escuchó hablar. No podía imaginar qué sería ese algo no muy lindo que las vendas vedaban.

-Estoy segura de que no puede ser algo tan malo –dijo con convicción, más allá de no sospechar nada. Pero era cierto, estaba segura, no podía pensar en nada que afeara el cuerpo de Ametheist. Sonrió cuando se acercó con el recién encontrado trapo, trabajarían juntas.

-De nada, no seas tonta –le dijo con un tono de voz cariñoso, a la vez que juntaba su hombro con el suyo para darle ánimos. Mas se separó levemente cuando notó algo extraño en la expresión de Ametheist. Reconoció ese gesto típico para contener el llanto o ahogar la rabia por la sencilla razón de que ese era el método que solía usar. Recordó su reacción en la cafetería, cuando la había visto afligida, sintió pánico y básicamente le pidió que no llorara, que no sabía controlar ese tipo de situaciones. Pero no podía hacer eso… Eso era algo frío, en realidad, y alguien que se siente mal no merece ese tipo de respuestas. Y menos ella. No le dijo nada en ese momento, pero dejó su trapo en el suelo y le rodeó los hombros con uno de sus brazos, mirando al suelo de momento.

-Si necesitas desahogarte está bien que lo hagas, la limpieza puede esperar –le dijo por fin, en tono pausado-. Si necesitas llorar, puedes hacerlo tanto como quieras. Pero luego te haré reír tanto que no podrás recordar el motivo de tus lágrimas, no pareces del tipo de chica que sea inmune a las cosquillas –le advirtió con una sonrisa que buscaba ser cálida y hacerla sentir mejor. No se atrevió a apartar su brazo de sus hombros ni a rodearla con el otro; debía esperar su reacción.

Por un momento no pudo hacer más que rodearla con ambos brazos cuando ella correspondió a su acercamiento, apretando contra sí a ese cuerpo triste. Correspondió con una mirada apenada a los ojos cariñosos que por un momento la miraron, no porque la situación le incomodara, sino porque en verdad se sentía mal por el dolor que parecía soportar Ametheist. Continuó abrazándola mientras hablaba: no era un agarre fuerte, ella podría zafarse cuando lo deseara, pero hasta entonces ella la rodearía suavemente. Sus brazos se aflojaron levemente cuando escuchó la parte final, aquellos chicos que… Dejó que se alejara en silencio, con la conciencia de pronto hirviendo de rabia. ¡Ellos! Habían… La habían acuchillado, si incluso habían intentado matarla. No correspondió a aquella sonrisa escueta de la chica, estaba demasiado conmocionada aún, abstraída pensando en su pasado. Pobrecita. Alzó la mirada cuando Ame evocó su proposición sobre las cosquillas. Pensó que Ametheist era tan fuerte…

-Pobre Ame... –dijo inclinándose hacia ella, sin sonrisa alguna, a la vez que ponía sus manos sobre los hombros de la chica y la besaba en la frente, como una forma de mostrarle su… ¿qué? ¿Compasión? No, no estaba segura. Observó su rostro con una mirada tranquila, pensativa… Y de pronto sus manos descendieron y descendieron, hasta posarse sobre sus costados y comenzó a hacerle cosquillas a la vez que sonreía ampliamente, aunque en el fondo no se sentía particularmente alegre. Continuaba molesta con aquellos muchachos idiotas que nunca conocería, pero de todas formas podía intentar mitigar aquel pensamiento si era por el bien de Ame.

-¡De acuerdo, entonces vas a morir! –le dijo entre risas, que poco a poco dejaron de ser fingidas para convertirse en auténticas, porque era divertido tocar de esa forma a Ametheist.

El efecto no sólo era divertido, sino también agradable, y sus risas sólo le servían de aliciente para que ella continuara haciéndole sus cosquillas, uniéndose a las risas. Tuvo que inclinarse un poco más hacia ella cuando Ame se alejó hasta rozar el borde de la cama con espalda, pero de todas formas no se escaparía. La visión de su cuello cuando quedó contra la cama le resultó francamente tentadora, pero de eso ni hablar: Ame era Ame y no habría querido disgustarla. Aunque hubiera sido tan delicioso… Pero no, se conocía demasiado bien y sabía que un roce en el cuello ajeno en su caso particular la llevaría a otro y ese otro a otras cosas que no podían tener lugar simplemente en el suelo, no con su amiga. Además…. ¿No era su amiga? Eran pensamientos un tanto profundos para quien simplemente hace cosquillas.

-Es imposible, no te dejaré escapar –le dijo entre risas cuando sintió sus manos ejercer presión sobre sus hombros, intentando apartarla, pero pronto se rindieron. Sintió de pronto algo mojado sobre su brazo y la miró con cejas alzadas, pero sonriente-. ¡Ame! Tú también estás haciendo un desastre –la reprendió, aunque en realidad poco le importaba el mojarse con desinfectante o aumentar el trabajo que hacer.

Se detuvo por fin cuando sintió que tomaba sus muñecas, pero consideraba a la suya como toda una victoria. La miró entonces, levemente sorprendida. -¿En verdad lo crees? –preguntó. Eso la hacía sentirse bien, en especial luego de lo sucedido en la cafetería. –Tú también lo eres, seguramente mucho más que yo. En realidad te admiro un poco –le confesó a la vez que tomaba el trapeador que había dejado en el suelo para su ataque de cosquillas. Se lo paso primero por el brazo, secando lo que quedaba de desinfectante en él. Luego lo llevó sobre el charco y comenzó a fregar, con la esperanza de arreglar pronto las cosas allí, aunque tampoco deseaba marcharse.

-Yo creo que tu carácter es lo admirable. Me da la sensación de que eres una chica muy fuerte. Además tienes convicciones que yo no tengo. Creo que en un sentido eres bastante especial –le dijo sin mirarla, aparente y falsamente concentrada en su tarea. Sus mejillas se tiñeron levemente cuando la escuchó hablar, pero en realidad también significa un gran alivio. –Uhm… Sí, debería ser como dices –dijo mirándola de reojo a la vez que se incorporaba, quedándose arrodillada en el suelo. Dejó de desviar la mirada para concentrarse en Ametheist, pero no pudo evitar sentirse extraña cuando la vio agacharse de una forma que le llamaba a Auriana muy particularmente la atención. Volvió a desviarla hasta que se aseguró de que Ame había acabado de hurgar por allí abajo: le gustaba lo que veía pero se sentía en cierta forma culpable por pensar en tales cosas sin su consentimiento.

Reinaba el silencio, y uno particularmente incómodo. Habría deseado poder decir algo, algo que alegrada el ambiente y que desembocara en una charla interesante o algo por el estilo, pero no podía. Sabía que habían acabado de limpiar y que ya nada las ataba a continuar pasando el día juntas. Era deprimente. Miró la sonrisa de Ametheist cuando ésta se sentó e intentó corresponderla; lo hizo, pero no se trató de una sonrisa especialmente convincente.

-No me lo recuerdes, Ame –se quejó a la vez que se quitaba un mechón de cabello de la frente, que le estorbaba. Se mantuvo en silencio un momento luego de escuchar la pregunta; para ser sinceros tampoco quería que Ametheist le recordara ese episodio tan desagradable-. Bueno… Supongo que te molestaste y apretaste con demasiada fuerza el vaso. No se me ocurre otra explicación… Aunque, sin ofender Ame, no luces como si tuvieras tanta fuerza en tus brazos –respondió por fin, sonriendo un poco apenada. -¿Porqué lo preguntas?

-Tranquila, no diré nada –le aseguró un tanto extrañada pues no podía encontrar aún una relación o similitud entre algo tan impactante como le parecía a ella que debía haber sido aquel ataque con la respectiva cicatriz en comparación con un simple vaso roto a causa de un disgusto. Mas para Ametheist parecía una cuestión de suma importancia, por lo que intuía que había algo de más que por el momento ignoraba.

Parpadeó con una sonrisa algo sorprendida cuando la escuchó hablar: sí, tenía razón, debía de ser mucho más fuerte en un sentido físico de lo que su imagen dejaba sospechar. Pero de pronto dijo que se trataba de algo que no tenía que ver mucho con la fuerza y ella frunció el ceño; ¿qué querría decir? Luego vino aquella pregunta de las personas con poderes y esa actitud tan extraña por parte de ella, y no supo qué pensar.

-¿Con poderes, dices? No se, no soy quien para dudar de la palabra de nadie, pero sinceramente nunca he experimentado eso por cuenta propia, por lo que no puedo estar plenamente segura de nada, y… -de pronto perdió el hilo de lo que decía. Miró a la chica que parecía estar asustada. Ella no lo estaba, tan solo algo incrédula. Pero jamás asustada por Ametheist, no a causa de algo tan inocente. Además, no estaba segura de entender.

-¿Acaso me insinúas que tú puedes hacer algo de eso? –y alargó una de sus manos para rozar y dejarla sobre la de Ametheist, que le pareció estaba helada al tacto. Dejó su mano allí, intentando reconfortarla- Ame, puedes contarme lo que sea. Yo no diré nada y… Y quiero conocerte como nadie. Así que, por favor.

¿Algo así, dijo? Auriana sonrió intentando infundirle más ánimos, no desconfiaba de sus palabras y sujetó su mano con algo más de fuerza al ver que el toque era bien recibido.

-Pues será todo un honor el ser la primera –le dijo con toda sinceridad; era cierto, tenía que apreciar con justeza el valor de las palabras de la chica. Estaba halagada y feliz por ellas, pues significaban que, al menos al parecer, la importancia que la chica daba a Auriana era equivalente a la que ella le profesaba-. No tiembles, Ame –le dijo a la vez que le aferraba aun con más fuerza la mano. Ahora, arrodillada en el suelo, lo único que importaba era la reacción de su compañera. Y esperar.

Pero por unos momentos desvió la mirada del rostro de la joven, pues estaba abstraída observando aquel espectáculo tan… peculiar, mágico. Casi le dio un vuelvo al corazón cuando vio cómo el agua del vaso se condensaba en una esfera flotante y acuosa. No se lo había esperado, a pesar de que no había dudado de Ametheist; se esperaba algo más… ¿corriente? Era innegable el que tenía una gran destreza con ese poder suyo, y eso que aún no había visto lo más interesante.

-¿Gustarme? –atinó a repetir, tras lo cual vio cómo besaba aquella masa y ésta se hacía pedacitos. Para ella aquella escena había sido tortuosamente lenta, y por un momento se olvidó de lo maravilloso de ese espectáculo para solo desear el que esos labios la tocaran. Luego regresó a lo hermoso del espectáculo, cuando las pequeñas aves de hielo revolotearon tan cerca de ella-. Ametheist –le dijo llamándola por su nombre-, esto es precioso.

Se mantuvo mirando a la ventana por unos segundos luego de que las figuras desaparecieran. Luego posó la mirada en Ametheist. Se sentía tan halagada, incluso poca cosa por no poder corresponderla con una habilidad tan extraña a ella, que a sus ojos se lo merecía todo. Alargó su otra mano libre para tomar la misma de Ame, sin sonreír pero con ojos brillantes.

-Ame, es lo más hermoso que alguien me ha regalado. Yo… -pero no pudo continuar hasta la mano que hasta entonces había aferrado la suya se soltó y se posó sobre una de las mejillas de Ametheist. La acarició con suavidad, casi con un toque tímido, y sus ojos se mantenían fijos en los de la joven-. Quisiera poder mostrarte algo así, pero no tengo ninguna habilidad tan maravillosa. Aun así, estoy tan feliz de que me mostraras esto. Yo… Ame, no quiero asustarte, así como tú no me lo querías hacer a mí. Pero creo… -no acabó la frase, sino que se inclinó levemente hasta tocar su frente con la de la chica. Tenía miedo de asustarla, tenía miedo de no ser comprendida, y de ser alejada. Se quedó inmóvil, pendiente de todas sus reacciones.

Dio un respingo cuando sintió que su cuerpo era abrazado; a pesar de sus propias acciones no se había esperado esa reacción en concreto. Inclinó levemente su cabeza al sentir el rostro de Ametheist enterrado en su hombro. Sabía muy bien que aquel comportamiento se debía a una mezcla de deseos de ocultar la vergüenza o mostrar gratitud, pero no tan pasionales como los de ella misma. O eso creía. Pero aún así, y si bien intentó acallarlo, al momento en que su compañera la soltó no puedo evitar emitir un sonido curioso, algo así como un gemido decepcionado pero sugerente. Su rostro se enrojeció entonces y bajó la mirada intentando ocultarlo y contenerlo, hasta que finalmente pudo mirar hacia arriba, pues ella aún se mantenía en el suelo.

Le dio un vuelco al corazón y todo el esfuerzo que había hecho para controlar su rostro le fue en vano. En realidad había sido una buena medida el quedarse en el suelo, pues quién sabe qué podría haberle pasado a su equilibrio con aquella sorpresa tan grata. Se fue poniendo de pie y asintió quedamente a sus palabras, era lógico que quisiera eso. Sin embargo, ¿qué tenía para contarle alguien tan corriente como ella? Sonrió ante la imagen de los pies colgando y del cabello despeinado, la volvían aún más adorable.

-¿Aún más? Yo quiero ver eso –le dijo con una sonrisa, intentando evadir su obligación de hablar sobre ella, a falta de no tener qué decirle. Pero si lo pensaba bien aquello era de lo más injusto; le correspondía hacer tanto como le fuera posible con todo lo que tuviera para retribuir semejantes confesiones. Se encogió de hombros con cierta naturalidad-. No soy el mejor tema de conversación, ni siquiera en una enfermería. He vivido sola con mi madre toda mi vida, de aquí para allá. Es una filósofa bastante rara. Padre… bueno, nunca he tenido, a menos que una donación de esperma cuente como tal –dijo con una sonrisa curiosa, al menos para ella tenía algo de gracia-. Y… jamás tuve hermanos ni los tendré, y la verdad es que tampoco amigos… Pero supongo que el no tener enemigos es todo un logro, ¿no? –y volvió a sonreí, aunque sin mucha convicción. Suspiró y se situó junto a Ametheist, sentándose a su lado y rozando su hombro con el propio-. Podríamos… ¿Podríamos pasar tiempo juntas mañana también? Y al día siguiente, y al otro y al que le sigue… -murmuró.

-¿En verdad lo crees? Qué alivio –le acabó por responderle con una sonrisa igual de amplia. Al principio se había sentido algo sorprendida de todo: de su mano en su hombro que la atraía de una forma torpe pero agradable y reconfortante, y por supuesto esa sonrisa tan grande como rara en los labios de la chica. Pero acabó por aceptarlo con naturalidad y hasta agradecida. Ametheist sólo buscaba reconfortarla. Le mostró su agradecimiento de una forma física, como ella prefería: fue algo bastante simple, pero por unos segundos dejó su mano sobre la que descansaba sobre su hombro.

-¡Oh! Bueno… -si, lo que había dicho había sonado exactamente como un “para siempre”, esa sí era una situación que le incomodaba levemente. Sin embargo era mas bien complicado seguir sintiéndose incómoda si miraba al rostro de Ametheist. Ella no hacía preguntas con malas intenciones ni nada por el estilo: era casi como una niña-. Bueno, sí. Algo como eso –admitió por fin, volviendo a sonreírle, esta vez con una sonrisa algo más calma que la anterior. Luego escuchó su pregunta y su primer impulso fue repetir lo que dijo, algo sorprendida, pero también pensativa. Acabó por decidir el responder a aquella pregunta con algo de humor.

-Bueno, si vamos a estar así de juntas sería un gran problema el que no pudieras dejar de sentirte nerviosa, ¿no crees? –empezó, pero de pronto ella se quedó en silencio. Se analizó a sí misma. ¿No le pasaba a ella lo exactamente opuesto? Ella solía ser una persona algo distendida a pesar de todo, pero con Ametheist no le ocurría así. Se preocupaba demasiado por las impresiones que pudiera causarle, y ella era la persona que más rubores le había producido en tan solo un día-. Yo me pregunto porqué yo sí me pongo nerviosa… -murmuró desviando la mirada por unos segundos, hasta que de pronto volvió al rostro de su compañera. Estaba harta de desviar la mirada, de desviarse a sí misma. Fue algo breve, pero fue algo. Tras mirar de nuevo aquel rostro una idea cruzó su mente, más bien un instinto y simplemente decidió cumplirlo, sin pensar en sus consecuencias o pormenores. Giró levemente su rostro, quedando así frente al de Ametheist y en un segundo recorrió la distancia que los separaba, depositando sus labios sobre los de la chica. Fue un toque suave que no duró demasiado tiempo, pero que tampoco fue breve. Se podría decir que hasta fue algo casto, pero con el sólo tacto de algo tan suave su cuerpo podía deleitarse fugazmente. Luego, tan rápido como se había acercado se separó, sin rubores ni palideces extremas. Simplemente mirándola, a la espera de una reacción, un algo, un lo que fuera-. Si quieres que me vaya por ahora, me voy –pronunció con una expresión neutra, simplemente mirándola.