Vieja pesadilla...

Las clases para mí habían terminado. Danzar cansaba un poco el cuerpo, era todo un trabajo muscular algo extenso para algunas alumnas, yo lo tomaba como algo personal, una liberación de energía negativa. Desde pequeña, no sabía el porqué, pero siempre me encontraba enojada, o de mal humor, era algo natural en mí. La danza me liberaba muchas veces de esta maldición, pero tarde o temprano volvía, de peor manera, pero volvía. El clima era de mi agrado, ni mucho calor, ni mucho frío, era una temperatura completamente neutra y grandiosa con el poco viento que se levantaba por los alrededores.

No recuerdo cuando fue que descubrí que podía crear tijeras letales para todo tipo de criatura, pero si recuerdo tener una gran obsesión con ellas. Suspiré y caminé hasta la sala de estar, cargando mi mochila con cuadernos, algunos bolígrafos, vendas, tijeras entre otras cosas. La sala estaba vacía por suerte. Tiré la mochila contra el primero sillón que vi, y luego prendí el equipo de música y me senté en uno de los sillones grandes, tirando mi cabeza hacia atrás y cerrando mis ojos. No sabía porque, pero parecía que hoy era ese día. Ese maldito día en que yo recordaba algo en particular, y los recuerdos, jamás eran lindos. Comenzaba con un fuerte dolor de cabeza, el cual no tardó en aparecer, y me llevé la mano directamente a la frente, sentándome con la cabeza mirando para el suelo, parecía estar pasándola mal.

- Por favor, vete... - dije inútilmente, el recuerdo ya había comenzado. (Está en el spoiler)

Spoiler:

Luego de ver mi recuerdo como una película, el dolor de cabeza se incrementó y me dejó completamente destruida, con un terrible dolor en el pecho. La nariz me comenzó a sangrar, y yo caí al piso de costado, con ambas manos sobre mi cabeza. Estaba llorando y casi empezando a gritar. Creaba y hacía desaparecer tijeras involuntariamente, estaba en completo descontrol.

-AAhhhh~ .. estoy molida...- Los músculos aún seguían trabajando, los sentía latir desesperados por el continuo bombeo de sangre. La briza golpeaba mi cara, helando las pequeñas gotas de sudor que surcaban mi frente. Un pie seguido de otro pie concretaban mi caminar, pero la verdad es que era pura inercia, yo sólo quería desplomarme en el lugar más cercano. -Prefiero mil veces canto Alu-

Él era más que nada callado, siempre estaba conmigo en todo momento desde que.... Bueno, desde que ocurrió aquel episodio, cosa que no viene al caso. Sólo podría decirse que nadie más que yo lo podía ver, no es algo positivo en verdad, Alucard es ... especial. Se encuentra conmigo por conveniencia y a cambio trabaja para mi, una especie de guardián, pero no de los buenos. Desde muy pequeña me las he ingeniado sola para sobrellevar mi vida, puesto que con mis padres no podía contar. Mi padre me buscaba sólo cuando lo deseaba, y mi madre hacía la vista gorda de lo que pasaba. Alucard acudió a mi para ayudarme, pero a cambio...

En aquel momento estaba cruzando el jardín del instituto. Quería tirarme a dormir un rato, descansar, que mis músculos se tranquilicen un poco, sentía que en cualquier momento me desplomaría en el mismísimo suelo. Un pasoa a la vez, un paso a la vez. Me latía la planta de los pies, me ardía la espalda del sudor, el aliento ya era caliente. -Primero me daré un baño, después sí puedo ir a dormir un rato-

A mi me gustaba cantar sobre todas las cosas, pero el ejercicio me despejaba muchísimo, aunque las clases que daban acá eran demasiado rigurosas. Como veían que aguantaba el duro entrenamiento me exigían aún más. ¿Qué se creen?

Me dirigía a las duchas cuando pasé cerca de la sala de estar y un ruido llamó mi atención. Me quede quieta unos instantes, instantes que me parecieron eternos haciendo lo posible para mantenerme en pie. Alu estaba a mi lado atento ante cualquier peligro pero... Un leve grito me dio a entender que debía interferir sea lo que sea que estuviese pasando ahí adentro. Volví sobre mis pasos y entré de golpe.

La sala estaba vacía salvo por una chica que se encontraba tirada en medio, sujetándose la cabeza con sus manos y echando lágrimas a borbotones. Igual lo que más llamó mi atención fue... la cantidad de tijeras que aparecían y desaparecían en toda la habitación, rompiendo todo a su paso.

Una de ellas pasó muy cerca de mi rostro, y otra logró cortarlo. Una gota de sangre brotó por la herida y calló al suelo. Esa chica era peligrosa, pero estaba fuera de control. Esas tijeras son muy filosas, pero no letales, sin miedo di un paso al frente, sabía que no me pasaría nada.

Alucard

No me podía pasar nada, corrí hasta la joven y la tomé por los hombros, ¡Está sangrando!¿Qué hago, qué hago? Miré para todos lados. La aparición de las tijeras iban en aumento, cada vez eran más. Éstas cortaban levemente mi piel, las pocas que lograban esquivar a Alucard claro, pero lo estaban haciendo y pronto me lastimarían enserio. Debo encontrar la manera de frenarla, ¡está fuera de control!

Una tijera apareció justo sobre mi hombro, y el corté que provocó fue profundo ésta vez. Lo aproveché al máximo. Pasé el pulgar sobre él, cogí la poca sangre que había salido y tracé una línea por delante mío. "Eres mi don y mi maldición, y bajo palabra acatarás mis órdenes, puesto que mi sangre será tu alimento, y mi alimento tu poder" Aquellas palabras ya eran algo normal para mí, nada del otro mundo... pero para cualquiera que lo viese me exigiría una explicación. Por suerte aquella pelinegra no se encontraba en condiciones de prestar atención a lo que yo hacía.

Debía pararla, y la única manera era dejarla inconsciente. Me puse de pié, y cualquiera que pudiese ver lo que ocurría se hubiera petrificado. Parado detrás mio se encontraba él, y cuando yo hice el gesto de coger a la joven por el cuello, él también lo hizo... y cuando la arrojé de lleno contra la pared, él me imitó.

Al ver desquebrajarse la pared comprendí que me había pasado. La idea era dejarla inconsciente! no matarla! Fuí hasta donde estaba, la tomé en brazos y la puse en el sillón más cercano. El silencio que siguió a aquel alboroto fue sepulcral. -Hey!- tomé su rostro entre mis manos- Despierta!- puse mi oído en su pecho.... sí tenía pulso... Bueno, no salió tan mal como creí Corrí hacia el baño de la sala, agarré la toalla, la mojé y volví para ponérsela en la frente. Me quedé allí, esperando a que recobrara el sentido, después de todo lo que buscaba yo era descansar... y qué mejor lugar que la sala de estar...

Los recuerdos se me confundían con la realidad. De a momentos, estaba en frente a Sherley, viéndome a mi misma como iba empeorando mi rostro, luego estaba en sala de descanso, al cerrar y abrir los ojos, mis manos llenas de sangre, y así unas cuantas veces. Mi cabeza me explotaba, temblaba, estaba totalmente destruida mentalmente. No sabía bien que estaba haciendo en el exterior, pero sentía a mis propias tijeras aparecer y desaparecer, luego sangre, pasos y de repente, como si estuviese volando o flotando. Luego golpee contra algo, tal vez la pared o el techo. Y me quedé inconsciente en mi mente y casi en mi cuerpo. Sentía que me hundía en mi propia negatividad y oscuridad, estaba perdida.

Escuchaba a como muy a lo lejos alguien que hablaba, una voz femenina. No comprendía en su totalidad que era lo que ocurría, pero de algún modo, sabía que tenía que "despertar". Trate de estar lo más consciente posible, pero mi vista estaba algo nublada. Era una chica, de pelo claro, sujetándome entre sus brazos, la verdad no lo sabía.

- Hm... -me quejé con mala cara y entre cerrando la vista para tratar de ver mejor.

No quería que me preguntase que me había sucedido, además, estaba tan cansada que podía llegar a desmayarme ahí nomas. Miré con más claridad a la joven. No la conocía, por lo que me hice la estúpida.

- ¿Qué pasó? - mi voz sonaba agotada y cansada, hasta algo ronca.

Apoyé una de mis manos sobre su frente. Su cabeza era lo que se estaba sosteniendo cuando la encontré, así que probablemente eso más el golpe que le di causó un gran dolor. Corrí un poco sus oscuros mechones para seguir poniéndole la toalla mojada, pero ésta vez del revés. -No te muevas mucho que podría volver a sangrarte la nariz- La noté cansada, en verdad. Aquello le había hecho mal, y mi solución no ayudó. -No se lo que pasó, pero ahora no importa eso, primero mejorate. A no ser que quieras ir a la enfermería-

A mi, personalmente los médicos no me agradaban en absoluto. Cada quien te diagnosticaba una cosa diferente, sin contar de que te atienden como si fueras un animal, y no una persona. De ahí fue que aprendí todo tipo de vendaje, cuidados y medicinas caseras, para evitar las farmacéuticas y los médicos.

Mis mechones rosados caían sobre mis ojos. me encontraba inclinada para poder ver a la joven desconocida. -Probablemente lo que más te esté doliendo ahora fue el golpe que te dí- Y antes de que pudiera decirme algo le aclaré -Realmente, tus tijeras me han cortado bastante, y si no hallaba la forma de detenerlas iban a terminar hiriéndome enserio, y no sólo a mi, a vos también, estabas fuera de control- No iba a decirle que la estrolé con fuerza sobrehumana contra la pared para que perdiera la conciencia, así que mi información terminó ahí.

Las cigarras de la tarde ya se podían oír, su canto, más bien su chillido, inundaba cada aula y habitación, teñidas de naranja por la luz del sol. -Pasó un buen tiempo desde que estás así, pero no te incorpores aún que puede bajarte la presión y desmayarte. -


Mi mano se encontraba apoyada sobre la frente de la muchacha, para evitar que se levante o hiciese algún movimiento brusco.

Todo daba vueltas, no comprendía en su totalidad que pasaba, pero por lo menos mi visión había mejorado al igual que mi movilidad. Miré bien a la chica y suspiré, todavía no tenía las fuerzas suficientes como para levantarme e irme de allí.

- No importa, la nariz es un aderezo... -dije con un poco de mala cara, me sentía destruida- No me gusta la enfermería, prefiero curarme yo misma... - y busqué los ojos de la extraña.

Odiaba los doctores o enfermeras y todas esas cosas, eran horribles. Tengo la noción básica de vendajes entre otras cosas de medicina gracias a que nunca fui al médico, siempre me curaba a mi misma cuando era chica. Me quitó de mis pensamientos automáticamente el escuchar "tus tijeras me han cortado". Me puse como una loca, me senté como pude y miré todas las heridas.

- Esto está mal... - dije cansada, y puse mis manos en las heridas que iba encontrando - Te las tengo que curar o morirás... -dije seriamente y comencé a curarte.

De las heridas salían como un brillo extraño que se las tragaba mis manos, y así evidentemente, las heridas sanaron. No me importaba tocarle donde sea su cuerpo, ahora estaba más preocupada en no matarla. Una vez finalizada la curación, mee recosté en su regaso agotada.

- Si me baja la presión, dame sal... - dije, y cerré los ojos descansando un poco - Gracias... - llegué a decir, no me importaba más nada, quería que el día de hoy, se terminase.

¿¡Qué carajo?! No sólo creaba tijeras, sino que también ejercía curaciones. Puede cortar como sanar, eso es práctico. Cuando la chica tomó su posición inicial, y cerró los ojos, me fijé con detenimiento las zonas donde habían estado segundos antes los cortes. ¡Ni siquiera había cicatriz!

-Pues somos dos las que preferimos evitar a los médicos, por eso desarrollé conocimientos en medicina, y así usarlos en mi misma- Mi voz sonaba algo ida, ya que mis ojos se encontraban aún clavados en las ya inexistentes heridas -Pero tu técnica me supera- No pude evitar en esbozar una sonrisa acompañada de una mirada de asombro.

Me volví hacia la joven, apoyando nuevamente mi mano sobre su cabeza. -No te preocupes ni me agradezcas- Aún mantenía en mi rostro la sonrisa -También te hubieras preocupado en mi lugar- O al menos eso creía. Comencé a jugar con algunas mechas de su cabello. -Estabas pasándola muy mal cuando yo llegué- Aunque, probablemente el que entrara a la habitación de forma descuidada la pasaría peor.

Reposé la cabeza sobre el respaldo del sofá y cerré mis ojos. Podía sentir su energía agotada y todavía un tanto perturbada. Me relajé, aún seguía cansada, no me había dado cuenta con todo este alboroto, pero los pies aún me dolían y los músculos seguían ejercitándose. -Un mal día, eh?-

Podía sentir el almohadón mullido bajo mi cuerpo, la leve hendidura que mi peso provocaba, el latido de mi corazón y la respiración de ella. Ese día había sido largo, y presentía que faltaba aún mucho más.

- No te creas que lo puedo hacer con cualquier cosa, solo es cuando daño a los demás con mis tijeras... - no tenía ganas de explicarle por lo que me dejé rendir un poco más que antes.

La verdad es que, mis tijeras podían ser las peores enemigas de cualquiera. A pesar de que no había nadie como yo, tenía un control altísimo sobre mi don, mi único problema era esta cosa que me agarraba que no sabía que era. Volviendo a mis tijeras, podía crearlas, darle la forma, filo, y todo lo que se te ocurra. Si yo quería, creaba tijeras con veneno, o explosivas, con el filo de hielo o de fuego, era una habilidad muy extraña, ni si quiera sabía porque la tenía. Si yo lastimaba con alguna de estas tijeras, por creación propia, podía curar la herida antes de un tiempo determinado ¿Por qué? Porque todas siempre tenían por gusto propio veneno, y si lastimaba sin querer, terminaría muerta. ¿Qué demonios era esa luz que salía de mis manos? La misma tijera absorbiendo el veneno que "derramó" o tiró. Algo que descubrí hace un tiempo, antes todos morían sin perdón.

- Si bastante mal... - suspiré y me acomodé mejor en su regaso, realmente no me importaba, después de todo, era la misma mal educada, cara dura, y niña demonio de siempre - Soy Maddison por cierto, Itagari Maddison... - ni siquiera sabía porque me presentaba.

Sus tijeras, eh? Uhmmm me dejó pensando un poco con respecto a eso, pero al momento de escuchar su nombre me salí de mi ensimismamiento -Oh, Reiven, D'Leont Reiven - me presenté con mi leve acento francés -Un gusto Maddison Itagari -Bajé la mirada para sonreirle.

Era una linda chica, de cabello oscuro y mirada misteriosa, algo triste y en estos momentos cansada. Al igual que yo. Me recosté en el respaldo del sofá mientras acariciaba el pelo de ella con mi mano izquierda. -En ese caso, entiendo que esa barrera de tijeras girando sin control en toda la habitación ... -recorrí la habitación con la mirada. Gran parte estaba destruido: Jarrones, cuadros, la mesa tajeada.. - No querías que nadie se te acercarse, inconsientemente hablando- Mi mano se detuvo sobre su frente.

Aquello no era de mi incumbencia la verdad, pero me intrigaba e interesaba, si. Probablemente no me quiera contestar, pero me tiré el lance de todas maneras, quien sabe. Capas hablar le vendría bien. -A mi los otros días me pasó algo parecido, un mal sueño, tu sabes. -le mire de soslayo y le sonreí con serenidad. Su peso sobre mi regazo era reconfortante, hasta podría decir cómodo. Junté la punta de mis pies un poco, y revoleé con un rápido movimiento las mechas que colgaban frente a mi. -Mis compañeras se asustaron un poco -le guiñé un ojo y luego desvié la vista nuevamente hacia la ventana.

La notaba cansada y sin muchas ganas de hablar, pero temía que perdiera la conciencia si me callaba, así que continué -¿De donde eres?

- Mucho gusto Reiven... - y me salió una media sonrisa del cansancio. La verdad es que estaba a punto de quedarme inconsciente, pero no. Tenía que resistir como sea. Sus ojos y labios me distraían bastante, además de que hablaba como de una manera linda.

Me quedé perpleja al escucharla decir que le pasaban cosas similares - Por algo no duermo casi... - dije mirándola con una sonrisa - Siempre pasa lo mismo o peor que esto, por lo que asusto siempre a todos... - y me reí. Era la verdad, pero no me importaba. Desde que la ví por última vez, mi vida se volvió solitaria, asquerosamente fea y totalmente desquiciada y mortal. Siempre al límite, estaba siempre de mal humor, o arta de la gente. Estaba cansada de todos.

- Soy de Australia, ¿vos? - pregunté jugando con su ropa. Era una chica que parecía divertida, y además, por el momento me estaba agradando, además de que me había ayudado con una de mis partes más feas.

Su risa, aquella risa, me había gustado. Era dulce y natural, realmente le alegraba haber encontrado a alguien que le pasaba algo similar. Claro que no era algo genial lo nuestro, simplemente compartíamos aquella sensación. Pero aquella risa hacía ver aquello como una broma, un chiste, algo normal, no tan solitario. -Yo vengo de Francia- destaqué el típico acento francés - El país del amour -le guiñé un ojo sonriendo vivazmente.

-Y a decir verdad también asusto a todos en las noches- una risa se escapó por mi garganta- Las paso despierta, generalmente, paseando fuera de la habitación para no molestar a las chicas.- Enredé mis dedos en sus mechones, jugueteando un poco con ellos, sin dejar de acariciarle la frente con la otra mano. Se le notaba un poco mejor, o al menos eso quería creer.

Podía verse a lo lejos el sol poniéndose tras las montañas, bañando de fuego todo el campus y las afueras del instituto. Los músculos ya habían cesado bastante, al punto de relajarme por completo en aquel lugar. La recorrí con la mirada. Era linda, era muy linda y enigmática.

En ese momento se me cruzó por la cabeza... cuántas veces le habría pasado aquel ataque, y cuantas cortaduras tendría su cuerpo ocultas tras sus extrañas curas. ¿Te estás preocupando? Guardé silencio. La vos de Alucard retumbaba en mi cabeza, pero no era momento de prestarle atención a él, sino más bien a sus ojos, sus opacos ojos llenos de misterio y algo de ira, aún cansados por el ataque anterior.

-¿De Australia como llegaste a aquí?- Estiré mi mano para coger la mochila que había dejado tirada a un costado del sillón, tomé un agua que se encontraba en uno de los bolsillos, arranqué un pedazo de lo que quedaba de mi remera, lo mojé y se lo puse en su frente -Es un largo viaje.

- Francia... - dije pensativa. "¿El país del amor? Si que era toda una fanática..." pensé mientras la miraba atentamente - Vaya... Creo que seremos amigas nocturnas en ese caso... Bueno, tengo que decir amiga porque me viste en uno de mis peores estados, y eso es algo bastante personal, no lo dejo pasar así como así... - su mano en mi pelo me hacía relajar, algo extraño, solo Sherley lograba siempre esta sensación de calma y perfección absoluta. Para peor, ella era muy parecida, en muchos aspectos físicos. Pelo rubio, clarito, actitud pura, inocente y valiente, un cuerpo que parecía frágil pero tenía sus trucos. Realmente muchas cosas daban en el blanco pero no, no era ella.

¿Por qué se preocupaba tanto por mi? Esta sensación de cuidado, la forma en la me miraba, como se movía. Cerré los ojos y traté de no prestarle mucha atención al asunto para no volver a enloquecer - Siempre viajo, no me llevo bien con nadie... Son todos igual, detestables y tan humanos... Los odio... - dije de mala gana. La verdad es que, siempre me encontraba en algún lugar diferente. ¿Razones? Claro, ¿Quien quiere a una lunática, crea-tijeras, con tendencias asesinas grave, con problemas para dormir, y con mala actitud? Sumado a que era una irrespetuosa, cara dura, buena solo para molestar y lastimar. Era de lo peor cuando se trataba de mi, era el diablo en persona cuando me enojaba, nadie jamás me quiso más que tres personas, dos las cuales ya están muertas, y una, que desconozco el paradero - ¿Y vos que? - dije. Si íbamos a empezar a llevarnos bien, tenía que saber de ella.

Entendía a la perfección lo que Maddison sentía hacia las personas, demasiado humanos. Podía escuchar a Alucard reír, puesto que ambos siempre estuvimos solos. Cerré los ojos -Muy humanos, ¿eh?- esbocé una sonrisa algo cansada. Recordé el trato que tenía con mis compañeros del orfanato, siempre todos mal heridos, siempre yo la única culpable. -Yo me crié con un puñado de ellos, unos insectos para mi- Todos y cada uno de ellos me despreció, me insultó, se abusó de mi, me hirió, hasta que Alu apareció, seguí acercándome a ellos, pero en cuanto uno se pasaba la pagaba y caro.

-¿Y yo?- dejé automáticamente de acariciarle el pelo para correrme un par de mechones que caían sobre mi rostro. La verdad que no era de contarle a nadie de mi historia, ni problemas ni vida, pero esta chica era diferente, era como yo. -A mi me transfirieron porque así estaba estipulado -Abrí mis ojos para concentrarme un poco en la noche que estaba entrando -En el testamento decía que al cumplir yo la edad acordada me enviarían aquí, y aquí estoy- volví a bajar la vista para concentrarme en ella. Me ardía el pecho, nunca me había abierto tanto a alguien, siempre mis respuestas carecían de información y de afecto. Sabían que yo era buena compañera, divertida y amistosa, pero de sinceridad no se hablaba. -No como favor hacia mi, sino más bien como un favor hacia los demás, para que no carguen con mi peculiar personalidad -le guiñé un ojo y sonreí -Es lo único lindo que hicieron por mi, al menos se los agradezco ahora- Por primera vez no me sentía tan sola.


Consideras a esta chica como un igual Las palabras de Alucard rebotaban en mi mente de forma molesta, no me permitía concentrarme, pero él tampoco se callaría. El sol casi terminaba de ponerse. La palabra amiga era la que más fermentaba en mi mente, nunca en mi existencia alguien me había considerado amiga de algún modo, y aquella chica lo estaba haciendo en ese momento. Al recordar la palabra no pude evitar sonreír aún más -Veo que te encuentras mejor.- rocé su mejilla con el dorso de mi mano. Mi ropa estaba toda rasgada por los tajos de sus tijeras -¿Uno de tus peores estados? Quisiera ver los otros también, sólo que la próxima traeré un uniforme de repuesto- Reí con ganas, aquella chica sacaba de mí lo que nadie sinceramente había logrado. Era la mejor actriz, pero con ella, ante ella mi careta no daba resultado.

- Creo que ya nos estamos entendiendo, mi querida Reiven... - dije con una sonrisa y luego reí un poco. La verdad que todos los humanos que había conocido, eran asquerosos y detestables. Siempre pensando en ellos mismos, el ego por delante, jamás se equivocaban en algo, siempre el otro tenía la culpa. Sher y mis padres eran y serán los únicos que rescataría en todo este mundo, y al parecer, esta chica, pensaba igual que yo. Tal vez más adelante la salve de algún imbécil o de alguna abusadora. Me empezaba a caer cada vez mejor.

Escuché sus palabras y me senté como pude, parecía estar mucho mejor que antes - ¿Cumplir un testamento? Que ridiculez... No es por vos, si no por los demás... Que perdida de tiempo, pero, es bueno encontrarse con alguien que sabe de lo que habla uno, poder entenderse... Hacía mucho que no me pasaba... - me tiré el cabello hacia atrás, despeinándolo un poco. Observé a mi alrededor un poco, si que lo había destrozado bastante. Suspiré y luego sonreí. No es que estaba feliz de lo que había hecho, más bien, parecía estar a gusto con la compañía. No parecía ni mala, ni una amenaza por el momento, además de que me había visto en ese estado... Apoyé mi mano en su cabeza y con un leve gesto la despeiné un poco - Gracias niña... - dije sonriendo.

- Sería mejor que no me veas en esos estados, realmente a veces no sé que puede pasar... Aunque, sin duda alguna, soy la peor cuando me enojo... - sonreí y asentí con la cabeza - La próxima vez, creo que es mejor que no te lastimes con mis tijeras, y por la ropa pues... Si, tráete un repuesto, de seguro te la rompo - bromeé y la observé de costado. Estaba un poco intrigada ¿Qué poder tenía ella? A menos que sea alguien normal, pero... Eso es imposible, nos parecíamos mucho, sería demasiado extraño - ¿Y tu que tienes? Como ya vez, yo creo tijeras a mi placer ¿Tu que haces? - la miré a los ojos, parecía estar todo en orden. Si iba a empezar a ser algo así como mi amiga, íbamos a tener que hablar de un montón de cosas, puesto que, teníamos que conocernos. Yo ya le había mostrado parte de mi, por lo que quedaba solamente conocer a la chica en frente mío ¿Qué podría pasar?