Demasiado relajada {Xena

No, la verdad es que esta rara mujer casi nunca salía de su “amada” biblioteca, no siempre que podía evitarlo. ¿Por qué iba a hacerlo? Ahí tenía casi todo lo que podía desear, sí, pero en ocasiones incluso era demasiado para ella. A sus ojos, pasaba demasiado tiempo allí a cambio de un sueldo más bien mísero en comparación. Entonces, ¿porqué no permitirse holgazanear un poco? Después de todo, era más bien un servicio ad honorem a la comunidad el quedarse allí, tendida en uno de los mullidos sillones de la biblioteca, un sábado. No cualquiera lo haría, a excepción de una mujer o demasiado perezosa o simplemente desequilibrada. Ella, por su parte, era las dos cosas.

Una cosa es holgazanear en tu lugar de trabajo, pero otra distinta –y peor- lo es dormitar en ella. Eso hacía Aleksandra en esos momentos. Para empezar, no estaba tendida ene l sillón de una forma convencional: estaba allí de lado, con su cabeza descansando sobre uno de los apoya-brazos, su espalda acunada en el asiento propiamente dicho y sus piernas colgando. Sólo llevaba un par de minutos así, el sueño no le había ganado del todo, pero a cada pensamiento que tenía podía darse cuenta de que se acercaba más y más al descanso. Pero bueno, se dijo entre imágenes raras, no tiene nada de malo relajarse de vez en cuando. El problema radicaba en que ella se relajaba demasiado, todo el tiempo.