Vendas con sabor a dulce [Priv. Auriana]

Por un momento pensó que jamás volvería a decirle nada, era como si con ese beso tan superficial le hubiera robado todas sus palabras. Aunque, si llegaba a decirle algo negativo, ¿en verdad echaría de menos el que hablara? No estaba segura. Pero de pronto habló y aunque no lo hubiera hecho, sus acciones eran más que suficientes. Suspiró de forma sonora cuando la sintió abrazarla con tanta fuerza, y rodeó su cuerpo con sus brazos, enterrando por un momento su rostro en su cuello, aliviada. Alzó su rostro cuando estuvo segura de que se había tranquilizado a sí misma lo suficiente, aunque no deshizo el abrazo. Estaba demasiado cómoda así.

-¿Cómo lo voy a olvidar? Y no, no voy a decirte –le dijo, sintiendo incluso algo de compasión por aquella chica de la cara enrojecida y del pecho dolorido, a juzgar por su mano allí. Se separó levemente de su cuerpo para verla mejor, con gesto preocupado. No le dijo nada respecto a eso porque estaba convencida que de hacerlo sólo contribuiría a aumentar su nerviosismo, pero decidió prestar especial atención a esa conducta suya.

-De acuerdo, no voy a irme –le dijo a la vez que alargaba un brazo para acariciar su cabello, tan corto y tan suave, a la vez que la observaba con una expresión entre cariñosa y complacida-. Es solo que no podremos pasarnos todo el día aquí en el suelo, ambas tenemos que atender nuestras clases –dijo sin demasiada convicción; ella no pensaba ir a sus clases aquel día, no después de todo lo que había pasado. No se creía estable. Pero Ametheist quizás sí considerara necesario ir a las suyas; quién sabía. Dejó de acariciarle el cabello y de pronto se llevó aquella mano a su propio cabello, desviando la mirada por unos segundos, para luego volver a concentrarse en Ametheist con una expresión algo preocupada-. Oh dioses, ese fue tu primer beso, ¿no? Ay, hombre… -musitó, pues sabía de un gran número de personas que valoraban aquello como a todo un hito. Recibirlo de improviso, en el suelo desinfectado de una enfermería escolar… Sabía de besos mucho peores, el suyo como un gran ejemplo, pero no estaba segura de cómo reaccionar a aquello, de cómo Ame reaccionó en su interior–. Perdón si he hecho algo malo. Es solo que… quería mucho hacerlo.

-¿De verdad? Qué alivio… -murmuró ella, relajada de pronto al sentir su mano tocándole los cabellos, pasando por su nuca y cuello. El toque y sus palabras eran en conjunto de lo más reconfortante; una podía olvidarse de que quizás estar sobre un suelo frío no era lo más agradable del mundo, así de agradable era la sensación.

-Por supuesto que me… ¡Ame! –gimió contra su voluntad de forma quizás demasiado sugerente para su gusto. Pero no se culpaba, pues no había esperado que los labios de su compañera tocaran una zona tan sensible, como podía ser su pobre cuello. Entrecerró sus ojos por unos segundos, disfrutando de su cercanía y su aroma característico. Ladeó levemente el rostro cuando la escuchó susurrarle.

-Yo tampoco quiero ir –le respondió con suavidad. No pensaba ir a sus clases, en efecto, pero no estaba segura de qué iría acaso a hacer en lo que le quedaba del día, que por cierto era mucho. Quizás debería tomarse un tiempo para aclarar sus ideas, pensó, pero tampoco estaba del todo convencida de aquello. En esos momentos estaba demasiado a gusto como para pensar en qué hacer luego. Aunque bueno, de todas formas sería inevitable. Decidió que era hora de deshacer el abrazo, aunque no porque no lo disfrutara. Dejó caer sus brazos con suavidad, rozando la espalda de Ametheist, para luego dejar de tocarla.

-No sé a donde iré. En realidad no sé si me apetece ir a algún lado. En realidad… es como si el lugar no me importara, sólo me interesa pasar tiempo juntas –dijo, pero luego negó con la cabeza, con una sonrisa en el rostro-. ¡Cielos! Qué clase de ejemplo soy para una pobre e inocente estudiante menor –y rió a la vez que le picaba la mejilla con su dedo índice, tan suave-. Ame tiene que ir a clases sin duda, no puedes ser tan irresponsable como yo. Si quieres, luego de que acabes con tus obligaciones, podremos estar juntas de nuevo. ¿Qué dices? –y le acarició la mejilla, mirando a sus ojos oscuros con una sonrisa.

Ella frunció el ceño levemente. No le gustaba el que Ametheist se ausentara a sus clases, tal como probablemente a ella le debía disgustar que ella misma, Auriana, hiciera lo mismo. Sin embargo acabó por encogerse de hombros, no conforme pero aceptando los hechos: no tenía caso el seguir insistiéndole, no siendo que ella no predicaría con el ejemplo; nada más alejado de la realidad.

La observó unos segundos desde el suelo hasta que decidió que también sería prudente el que ella se pusiera en pie; ya no había nada que hacer ahí abajo. Cerró sus ojos por unos segundos cuando sintió la brisa que entraba por la ventaba acariciar su rostro y jugar con su cabello un poco. Cuando abrió los ojos se encontró con una Ametheist recostada sobre la camilla, quizás algo abstraída en sus pensamientos. Auriana se le quedó mirando por unos segundos, combatiendo el esfuerzo de morder su labio inferior y de observarla más de los estrictamente necesario.

-No, no soy irresponsable. Pero a veces deseo tomarme descansos, supongo que es la oportunidad perfecta –dijo, para luego callar. Ametheist estaba roja como un tomate a causa de su nueva pregunta y ella no pudo más que sonreír divertida y hasta enternecida, en lugar de incomodarse. Mas luego la sonrisa mutó en algo más nostálgico-. Creo que sí, al menos así ha sido en mí. Pero los enamoramientos y el enamorarse son dos cosas distintas, con síntomas similares. Aunque todos los grandes amores empezaron por un enamoramiento, eso sí –le dijo con cierta pena; no deseaba disgustarla pero mucho menos ser deshonesta con ella, sin importar la forma. Se acercó hasta la camilla y le rozó uno de sus brazos, sin otra atención que llamarle la atención-. Creo que deberíamos tomarnos un tiempo a solas en los que nos queda de la tarde. Pero, ¿te parece si nos vemos en la noche? O mañana, quizás. Como prefieras –propuso.

¿A la noche? Había sonreído feliz, sí, quería que fuera un encuentro nocturno, pero también se encontraba sorprendida y quizás un poco decepcionada, pues no creía que Ametheist encontrara tan interesantes motivos para una reunión nocturna como los que ella misma imaginaba. Pero aun así, el hecho de que accediera a reencontrarse era una gran cosa.

No atinó a decirle nada, ni una palabra, desde que ella se puso en pie tan cerca suyo, permitiéndole apreciar algo divertida ese rostro enrojecido tan suyo, hasta que se separó a paso de robot, en busca de la salida de la habitación. Auriana sólo alcanzó a asentir cuando la chica echó a correr, dejándola esta vez sí que muy sorprendida. Tras unos segundos soltó una carcajada; si se lo pensaba bien la situación era más bien hilarante que incómoda.

Con el rabillo del ojo notó que al parecer Ame se había olvidado su buzo, y no necesitaba conocerla de toda una vida para adivinar que ella no volvería a buscarlo a la enfermería, de pura pena por quizás encontrársela a ella. Para Auriana era una suerte en realidad que se lo hubiera olvidado, pues ahora tenía una excusa más para poder verla, aunque de todas formas lo habría echo. Tomó la prenda y se la acercó al rostro, enterrándolo en la tela. Le pareció suave, casi reconfortante, y estuvo feliz de poder revivir el olor característico de esa chica que tanto le gustaba. Cuando se separó de aquello ya se sentía mucho más relajada. Por ahora sólo le quedaba vagar por ahí, e intentar no pensar demasiado en lo que sucedería mañana, o pasado.